Sobre la novela gráfica y otras historias

Olalla Hernández Ranz


Contrato con Dios fue la obra que inició lo que hoy conocemos como novelas gráficas. Terminé ese libro y llamé al presidente de Bantam Books en Nueva York, sabiendo que él conocía mi trabajo porque había leído The Spirit. Ahora bien, se trataba del típico personaje muy ocupado que nunca tiene mucho tiempo para hablar con gente como uno. Así que le llamé y le dije: Tengo algo para mostrarle, algo que creo es muy interesante. Y él dijo: ¿Ah, sí, y qué será? Un hombrecito saltó desde el interior de mi cabeza y me dijo: ¡Por Dios, estúpido, no le vayas a decir que se trata de un cómic! Te va a colgar. Así que le dije: Es una novela gráfica. Me respondió: ¡Qué bien, suena muy interesante! Vamos a vernos. (Eisner, 2002)

Existían novelas gráficas antes pero el término se acuñó durante los años 70, unos meses después de que Will Eisner publicara Contrato con Dios (1978). La obra está formada por cuatro relatos enmarcados en un mismo espacio, los tenements de la ciudad de Nueva York, edificios humildes de viviendas adosadas, que se construyeron para alojar a las grandes oleadas de inmigrantes que fueron a vivir a la ciudad procedentes de la vieja Europa. La intención de Eisner con su nueva propuesta era elevar al cómic a una categoría de mayor prestigio partiendo de  nuevos formatos y concepción de la obra.

Al contar estas historias he querido adoptar una regla del realismo que quiere que la caricatura o exageración, se ciña a los límites de la realidad. Para lograrlo, tuve que desechar dos constricciones básicas que tan a menudo reprimen este medio: el espacio y el formato. Por consiguiente, escribí cada una de las historias sin tener en cuenta el espacio y así mismo, cada cual desarrolló su propio formato; esto es extrayéndolo de la narración. Las viñetas, normalmente asociadas al arte secuencial son sobradamente capaces de crear sus propias dimensiones. Por ejemplo, en muchos casos, una viñeta puede ocupar una página entera. El texto y los bocadillos están íntimamente trabados con el dibujo. Veo a esos elementos como hilos de un solo tejido y me sirvo de ellos como si de un lenguaje se tratara. Si he sabido hacerlo, no han de verse interrupciones en el fluir de la narrativa, puesto que dibujo y texto se apoyan el uno al otro tanto que se pueden separar ni siquiera por un momento. (Eisner, 1978)

Hoy en día existen novelas gráficas provenientes de muchos países. Obras como 300  y Sin City de Frank Miller o V de Vendetta de Alan Moore y David LLoyd no descansan ni un solo día en las estanterías de bibliotecas y librerías. Sin embargo, estas historietas son consumidas entre lectores juveniles masculinos más que por lectoras. En su caso, prefieren obras sobre la vida cotidiana. Novelas gráficas como Persépolis de Marjane Satrapi, Píldoras azules de Peeters, Emigrantes de Shaun Tan o Blanquets, creada por Craig Thompson, están entre sus favoritas.
La novela gráfica que Richard Kyle, crítico y editor de cómics, utiliza como nuevo término para hacer una diferenciación en cuanto a formato y extensión del discurso narrativo de la imagen, surge en realidad como reacción contra la concepción comercial de la lectura de historietas. Hoy en día, se entiende por novela gráfica a una Obra  de ficción autoconclusiva, construida a partir de secuencias de imágenes, con una extensión aproximada a 100 páginas o superior, publicada (normalmente) en un único volumen.
Todas las culturas poseen una gran suma de relatos compartidos, y la razón de su existencia reside en la necesidad primaria de contar y recibir historias que hablen de  uno mismo y acompañen al ser humano. El cómic no es más que otro medio para narrar  historias que alimenten nuestra necesidad de ficción vital. Como afirma Aidan Chambers, en su compilación de ensayos sobre la Literatura Infantil y Juvenil, Lecturas:
Todas las culturas, letradas y no letradas, tienen un gran repertorio de relatos, así como cada individuo, letrado o no, tiene la memoria llena de ellos. Los relatos nos persiguen, nos juegan, nos leen, nos cuentan, nos hacen. Sin ellos, no somos nada. No existimos. Somos los relatos que contamos. Y en nuestra cultura actual existimos individualmente y como especie sólo a través de los relatos que escribimos. (Chambers, 2006, p.39).



Bibliografía.
Chambers, Aidan. (2006). Lecturas. Méjico, Fondo de Cultura Económica.
Eisner, Will.  (1996). El cómic y el arte secuencial. Barcelona, Norma.

Eisner, Will. (2002). Keynote address from the 'Will Eisner Symposium'. Florida. Disponible en: http://www.english.ufl.edu/imagetext/archives/v1_1/eisner/

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